Por que este es tambien vicio,
que le han de procurar escusar, i si
nace de pusilanimidad, es
totalmẽ
te
totalmente
contrario à la magnimidad, que
tanto se desea en los Principes, i
Magistrados. De los quales se dize en el Eclesiastico,
que no pretendan tales cargos, sino tienen valor i brio para castigar con el las
maldades, ò si se han de dexar vencer por el temor de los poderosos, i dar con esto nota, i mormuracion en sus juizios. Donde lo
primero que se pide i requiere es
la igualdad, como lo dize una regla de derecho, entendida bien en
este sentido por Iacobo Revardo.
I la celebre Decretal de Inocencio IIII.
en que ordena à los
juezes, que miren mucho, i atiendan con gran prudencia, que en los
processos, i determinaciones de
las causas no vengue nada el odio,
ni lo usurpe el favor, vaya fuera el
miedo, el premio, ò la esperança
dèl, no tuerça la justicia; antes,
teniendo el peso en las manos,
pesen con la igualdad de su fiel
las balanças, teniendo solo à Dios
delante de sus ojos, i imitando su
exemplo.