I luego añade, que no debemos
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persistir tanto en las leyes, i costumbres antiguas, que no podamos
loablemẽte
loablemente
introducir otras,
si vieremos, que aquellas, ò ya
por el tiempo, ò por la malicia de
los hombres, no
puedẽ
pueden
llevarse adelante, sin grave detrimento de
la Republica. Porque cada edad
trae consigo las suyas, à que se ha
de acomodar el Principe que govierna prudente, dando à cada una las leyes que requiriere, como
vemos averse variado, i diferenciado tanto las del Viejo Testamento, con las del Nuevo, i las
de los Antiguos Romanos,
cō
con
las
de los ultimos, desechando, ò enmendando las que no parecian ser
á proposito.