AVnque tengo por
cierto lo que dexo dicho en el capitulo passado, de
la poca, ò ninguna noticia, que en
el Orbe Antiguo se tuvo de este
Nuevo, hasta que le descubrieron
los Castellanos. No puedo, ni quiero negar, que la sagrada Escritura,
en la qual hallamos anunciadas, ô
profetizadas cosas de mucho menor importancia (aunque con tal
cubierta, i obscuridad de palabras,
q̃
que
muchas vezes no se llegan à
entẽ
der
entender
, ò comprehender, hasta que las
vemos cumplidas.
) Dexasse de
anunciar en alguna parte, un descubrimiento tan grande, i memorable como este, i que tanto conduce
i pertenece à la razon de estado de
la Iglesia, i à la historia de la predicacion, i propagacion del santo Evangelio, que es en lo que siempre
se insiste mas en la mesma Escritura, como, sintiendo lo que yo, i en
fuerça del proprio argumento, lo
pruevan, i
considerā
consideran
en nuestro proposito muchos, i muy graves Autores.